Desde
el ámbito del consumidor planteado en la metodología como dilema en la
propuesta que Williams aborda en los conceptos de “solidaridad” y “servicio”,
donde los conceptos de desaparición de “un desafío entre estas dos culturas,
alta y baja, elitista y de masas, en una verdadera sociedad democrática”[1], en el que se plantea la
posibilidad de una igualdad de posibilidades y de juicios estéticos hacia la
democratización de la cultura, este planteamiento busca realizar un cambio: “el
ideal burgués individualista (sube la escalera del éxito) debe cambiar (remover
escalera y subir en grupo)”[2]. Si bien es cierto que
esta aportación ha sido realizada en gran medida por la cultura obrera durante
el siglo XIX, ya que paralelamente el
movimiento obrero creaba grandes obras de solidaridad: sindicatos, periódicos,
etc. eventos que precisamente nos remiten a visualizar los aspectos que nos
sitúan en el entendimiento que fue precisamente esta clase social quien impulsó
la creación de una cultura solidaria y social.
Enfocándonos
en el consumidor de Williams en Hispanoamérica, consideramos que no hay una
gran variación con los consumidores europeos o estadounidenses, es decir que básicamente
la academia literaria de corte cultural, la política, la sociológica o la
antropológica, es el principal consumidor. No se descartan otros consumidores
como por ejemplo los intelectuales o aquellos de tendencia marxista,
progresista o de izquierda, pero encontrar este tipo de consumidores fuera de
la academia es un tanto difícil. En este sentido, como afirma María Jimena
Montaño “para reconstruir el armazón de la recepción no basta con los textos;
puesto que la recepción de sistemas de pensamiento o creencias nunca es pasiva,
sino que es en el proceso mismo de ‘nacionalización’ y adaptación donde se produce
el conocimiento”[3],
por ello, entendemos como fundamental visualizar las dinámicas de apropiaciones
selectivas que cada grupo social hace del conocimiento y de la información. De
aquí que cobren una vital importancia aquellas instancias o sujetos que se han
dado a la tarea de difundir y traducir ideas “de fuera” en el ámbito local.
Así
mismo María Jimena Montaño afirma que “las revistas intelectuales o culturales,
en tanto publicaciones periódicas deliberadamente producidas para generar
opiniones dentro del campo intelectual, cumplen un papel clave en la
enunciación de discursos y por lo tanto, son un espacio privilegiado para
estudiar la articulación de los discursos de un grupo, al constituirse estos
como “lugares” desde los cuales los intelectuales producen, debaten y
problematizan ideas”[4]; en este sentido, nos
resulta un factor importante el estudio de dichas fuentes ya que esto hace
posible visualizar los aspectos fundamentales en los ámbitos ideológicos y en
las propuestas políticas de determinados grupos intelectuales. Si referimos así
mismo que dichos espacios editoriales o fuentes culturales generalmente se convierten
en el órgano de expresión que de manera velada expresan una agenda cultural en
donde sus contenidos heterogéneos cuentan con un alto grado de impregnación
para los discursos y su estudio, esto permite explorar la discusión de los referentes
teóricos ahí establecidos.
Sin
embargo, el compendio de obras de Williams no se limita a lo académico o a lo
cultural, éste es un aspecto no muy conocido, puesto que dentro de sus obras podemos
encontrar las novelas Border Country y The
Fight for Manod, por mencionar algunos trabajos más. Aun así es menos
conocido por sus obras literarias que por los estudios culturales, a pesar de
que su pensamiento cultural se relaciona con sus novelas. A pesar de ellos, el
consumidor no sufre un cambio significativo.
El
punto central es que el consumidor (académico) de Williams, como de cualquier
otro teórico, no es pasivo, pues aplicará sus ideas, las criticará, las
divulgará o llegará hasta a refutarlas, esto por medio de artículos,
conferencias, libros y toda la producción académica. En el caso de
Hispanoamérica se pueden encontrar ejemplos muy concretos, como es el caso de
la revista argentina Punto de Vista,
creada en 1978 con el ribete de revista de “disidencia cultural”, contra la
dictadura militar. Citando a María Jimena Montaña en su artículo La recepción de Raymond Williams en la
Revista Punto de Vista: un retorno al sujeto, la historia y la experiencia,
se tiene que: La lectura y difusión de Raymond Williams había comenzado a
mediados de los años setenta y continuaría en el marco de la dictadura de
militar inaugurada en 1976. De tal modo, hasta aproximadamente el 82, los
jóvenes provenientes de la izquierda revolucionaria, hicieron una productiva e
intensa lectura de Williams, en paralelo con las lecturas de Hoggart, Rama y
Cándido[5].
Otro
ejemplo de la recepción y el consumo de Williams y la producción a partir de
sus ideas, también en Argentina es el libro Para
leer a Raymond Williams de María Elisa Cevasco, de este texto Iciar Recalde
dice: Concebido inicialmente como Tesis de Libre Docencia en Letras y
presentado como uno de los primeros estudios sistemáticos en torno a Williams
producido en América Latina, Cevasco se propone trazar en el capítulo inicial
de su trabajo el estado de la cuestión de la discusión williamsiana en su
ámbito de pertenencia –pocas traducciones y escasa difusión– como punto de
partida para exponer el itinerario de la producción crítica y las discusiones
suscitadas en torno a la extensa obra de Williams en Inglaterra y Estados
Unidos –curiosamente, el ámbito crítico latinoamericano está ausente en su
recorrido– desde distintas vertientes teóricas pero, sobre todo, haciendo
hincapié en los debates suscitados en el seno mismo de la tradición intelectual
en la que Williams se inscribe: el marxismo, donde de acuerdo con la escuela de
Frankfort no es la conciencia de los hombres la
que determina su comportamiento, sino el comportamiento social lo que determina
su conciencia, partiendo de este supuesto los productores elaboran una teoría
en la que la literatura se manifiesta como una forma peculiar que adopta la
contradicción dialéctica y la lucha de clases. Según la escuela de Frankfurt es
en el lugar del arte y la literatura donde puede resistirse con mayor eficacia
la dominación de la sociedad totalitaria y sus mecanismos de enajenación e
ideologización de los discursos. El marxismo estructuralista sostiene que los
individuos no son agentes libres sino portadores de posiciones determinadas por
el sistema social, también que las estructuras significantes son históricos,
cambiantes y cargados de contradicciones. Desde este principio podemos proponer
que el consumidor (cuyo término -consumidor- ya es una posición enajenada) se
debe platear a través de la obra el principio esperanzador de liberarse así
mismo.
La
conclusión de Cevasco en torno a la recepción de Williams puede exponerse
sintéticamente: falta de compromiso por parte de la crítica, lecturas sesgadas,
tratamientos superficiales, análisis truncos producto de la ortodoxia académica
y de cierto dogmatismo de los estudios culturales, olvidos selectivos y
apropiaciones indebidas de su legado. Este panorama desolador es de alguna
manera el puntapié que legitima la necesidad de volver a leer la producción
williamsiana para recolocarla en el espacio de criticidad que le corresponde:
en tanto su teoría materialista de la cultura posibilita el análisis de los
mecanismos y dispositivos de la dominación cultural y social como espacio de la
hegemonía y del poder de clase burgués[6]. Finalmente, como hemos
mencionado anteriormente el consumidor de Williams es fundamentalmente
académico, además de ser reproducido por su mismo consumidor.
[1] Consultado en
http://criticametaliteraria.blogspot.mx/
[2] Consultado en http://criticametaliteraria.blogspot.mx/
[3] Consultado en
http://ides.org.ar/wp-content/uploads/2012/04/artic31.pdf
[4] Consultado en
http://ides.org.ar/wp-content/uploads/2012/04/artic31.pdf
[5] Consultado en http://ides.org.ar/wp-content/uploads/2012/04/artic31.pdf
[6]
En “María Elisa Cevasco, Para
leer a Raymond Williams” de Iciar Recalde en el libro “En torno a los estudios
culturales” Nellye Richard (editora), versión digital disponible en http://www.orbistertius.unlp.edu.ar/numeros/numero-11/6-maria-elisa-cevasco-por-recalde.pdf
Durante las primeras publicaciones de la obra de Williams, existió gracias al comunismo un público que podría pensarse como el ideal, interesado por virar hacia la izquierda. Ahora sabemos que los ideales marxistas o comunistas se lograron parcialmente y que aquellos lectores no hicieron gran mella ante el capitalismo. ¿Qué tipo de lecturas, críticas, comentarios, necesitan las obras que valen la pena para lograr trascender en la sociedad? ¿Qué tipo de textos deberíamos producir nosotros, "lectores atentos", "académicos" para llamar la atención sobre lo que importa?
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